“Rosario nunca quiso ser tijeras, a Rosario no la mataron anoche, una bala la mató hace mucho, una bala que dispararon hace tiempo y que la obligó a correr hasta que se cansó y anoche se dejó alcanzar.”
Una de mis constantes preguntas de esas que me dejan con dolor de cabeza todo el día - y que luego termino por adjudicárselo a cualquier equívoco problema – es acerca del destino. Y si es cierto que la vida de cada cual es la suma de las circunstancias, acciones y decisiones que ha tomado en su vida. O, en su defecto, por más que creamos que regimos nuestra vida y la llevamos como queremos, no es más que una falsa ilusión. Pues esa vida ya estaba escrita. Así que esos: Y que tal si yo hubiera…? Y que tal si yo habría estado…? Tal vez no existen. Mientras allá arriba hay alguien que se da carcajadas observándonos como nos jactamos de nuestro supuesto “libre albeldrío”. Y nos tienen cámaras ocultas como el show de Truman, donde uno termina siendo el personaje principal y los demás, secundarios, extras, figurantes y demás. Trata de cuestionarle a alguien acerca de esto… Y observarás una cantidad irresoluta de miradas desconcertantes…
Vos por que preguntás esas huevonadas?- Rosario te diría.
Así que, todos terminamos irrevocablemente siendo el producto de unas circunstancias, ineludiblemente viciados de nuestras relaciones con los demás, -aunque no falta quien niegue que los demás no resulten siendo una fuerte influencia en la constitución de nuestra personalidad-. Por eso, no termino de imaginarme a Rosario naciendo en otro lugar que no sea de las comunas, conviviendo en otras circunstancias. No me la imagino con vacios distintos,pero por ello, no menos sórdidos. No me la imagino con una vida común y silvestre, con figura maternal y paternal a bordo, con posibilidades de estudio, cambiando la pistola por palabras punzantes, sus “duros” por amigos exclusivos, las drogas por otra clase de drogas, o, simplemente menos dañinas, las cicatrices del brazo por cicatrices en el alma, en fin, viviendo otra vida que no es la de ella. Sería entonces posible, que por azares del destino o de los maravillosos genes escondidos, tenga la oportunidad de ser vista en otros lugares? Y, si es así, se dejaría ver, o terminaría consumida, hasta bien roída y putrefacta en los huesos, por vivir una vida absurda de apariencias?
No me la termino de imaginar, porque no existiría plenamente. Estaría sesgada por los prejuicios, por aquellas mentiras que nos inventamos tanto y que nos encanta creérnoslas. Sería inevitablemente incomprendida. Mejor dejémosla allí, como un ser dormido esperando a ser despertado… Hay que dejarle un halo de misterio. Se lo merece.
Oración al Santo Juez.
Si tienen ojos que no me vean…
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