Enfrentarse a una crisis creativa es muy parecido a presenciar el advenimiento de un milimétrico deceso del alma. Es por ella razón que uno de los más recordados directores en la historia del cine italiano, Federico Fellini, le dedicara a uno de sus films, con un definitivo sabor autobiográfico (el Octavo y medio en su filmografía, de allí su nombre) las principales dificultades que un artista debe atravesar en el difícil y poco alabado, extenuante proceso creativo.
Rob Marshall es el director encargado para sumarle un 0,5 a ese 8,5 de Fellini y hacer un Nueve. Aunque parece haberle sucedido algo similar a lo que le sucedió a Guido Contini: tuvo todo a su servicio, el equipo de producción dispuesto, los actores, la ambientación y aún así, no nos hizo el nueve, ni el diez que esperábamos.

Sinopsis: “Habiendo alcanzado la edad de cuarenta años, el director Guido Contini (Daniel Day-Lewis) se enfrenta a una crisis de mediana edad que está ahogando su creatividad y que lo llevó a una serie de complicadas relaciones románticas. Mientras lucha para completar su última película, se ve obligado a equilibrar las numerosas mujeres de formación en su vida, incluyendo su esposa (Marion Cotillard), su amante (Penelope Cruz), su musa de la estrella de cine (Nicole Kidman), su confidente (Judi Dench), una periodista de moda americana (Kate Hudson), la puta de su juventud (Stacy Ferguson), y su madre (Sophia Loren).”

Iniciar a dilucidar por qué un film que se beneficia de toda la fórmula exacta para funcionar completamente no lo logra, no es simple. Tenemos un director que ha triunfado anteriormente en un musical: Chicago, que tuvo en el 2002 13 nominaciones al Oscar, de los cuales se apoderó de seis. Repitiendo se encuentra el director artístico de la misma: John Myre. Agreguemos, una línea central de un film italiano considerado como uno de los mejores diez de su historia. Además de un casting que cualquier director envidiaría: Daniel Day-Lewis, Nicole Kidman, Sophia Loren, Marion Cotillard, Judi Dench, Penelope Cruz, Stacy Ferguson y Kate Hudson, seis de ellos, oscarizados. ¿Qué más se podría pedir?
Daniel Day Lewis por momentos (al principio) ofrece una actuación simple, equilibrada, aún así, de muy baja calidad para quienes hemos tenido el placer de verle en obras anteriores.
Nicole Kidman, en un rol muy corto, preciso aunque puntual. Sale airosa. A Sophia Loren ni la vemos, ni la sentimos, finalmente su aparición termina siendo lo mismo que representa en el film: fantasmal, sin generar ningún tipo de recordación. Judi Dench, es perfecta, actúa como el salvavidas de Guido, la vi muy sincera y apropiada de su rol. A Penélope Cruz la encontré repitiendo el mismo papel que le dio el Oscar el año pasado. No hizo más ni menos. (A variar por el show musical). Y Kate Hudson, simple pero correcta. Vale destacar enormemente entre todos a Marion Cotillard, quien debería beneficiarse de la nominación al Oscar. Su presencia escénica es una de las más fuertes, no tanto por su belleza o carisma, sino por la enorme credibilidad que despierta.

El punto más importante para resaltar en este film, sin el cual es imposible que existiera la ambientación necesaria, es para la dirección artística, llevada a cabo brillantemente por John Myre, a quien le debemos la extraordinaria y cautivante estética visual con la que nos ha trasladado fielmente a otras épocas u otros países en obras como Elizabeth (1998), Chicago (2002), Memoirs of a Geisha (2005). Si tuviera que calificar el film basada en este apartado solamente, sería no sólo de diez, sino de once. Gracias a Miyer, Italia está por doquier, y es imposible quejarse.
A destacar además, están: los números musicales, “Take it all” representado por Cotillard, “Be Italian” de Fergie y “Cinema Italiano” de Hudson. Si usted es amante del género musical, vale la pena ver esta cinta por estas interpretaciones solamente. En la dirección técnica, el apartado fotografico en blanco y negro que nos remite a un homenaje al Ocho Y medio.
