Sexualidad.
Una palabra que, para algunos en pleno siglo XXI, todavía les resulta incómoda. Empezar a comprender por que una persona, en este caso un hombre, prefiere estar con alguien de su mismo sexo puede que resulte un claro disturbio e incluso llegar a ser rotulado como “anomalía”.
Y a pesar de que han concurrido más de cuatro décadas a partir de la escritura de esta novela, este tema todavía se confirma como un tabú en todas las generaciones actuales.
A partir de las experiencias que uno va a acumulando en el camino se da cuenta que la mejor manera de transitar por el mundo es evitar los juicios a priori y tratar de “colocarse en los zapatos del otro”.
Ignoramos las penurias de alguien que tenga que tomar la decisión de encaminar su sexualidad como una opción de vida diferente y radical.
Lo primero que atrajo mi atención a este filme fue la nominación de Colin Firth a mejor intérprete personificando un profesor universitario homosexual quien atraviesa una etapa muy triste en su vida debido al fallecimiento de su pareja.
Detenerme a observar un actor que, en una opinión muy personal, lo consideraba como agraciado físicamente pero, un simplón en términos de ejecución artística, hasta verlo elevarse hacia una interpretación muy sublime es una sensación felizmente absurda.
Detallar milimétricamente cada uno de sus gestos en los que se evidencia la insufrible depresión de la que es objeto, y los esfuerzos imposibles que tiene que hacer para realizar las tareas cotidianas es tratado con una ejecución muy precisa, ciento por ciento veraz. Logra mantenerse en el interior del personaje de un hombre de mediana edad a quien la soledad se le aparece como un ahogo, y a quien, su edad y vasto conocimiento de la vida le han generado una sensación de desconcierto y posible re-desubicación de su rol en el mundo.
Con una adaptación de la novela publicada por primera vez en el año 1964 por Christopher Isherwood que lleva el mismo nombre, su director y coguionista Tom Ford, reconocido por ser el principal diseñador de la casa de modas Gucci, muestra en su debut que es más que eso. Un artista que parece confirmarse desde ya, como la versión anglosajona de Pedro Almodóvar. Nada más hay que revisar el tráiler para darse cuenta de la influencia del estilo directivo del español en esta obra de arte.
Y aquí llegamos al punto clave de la cinta. La absolutamente impecable dirección de arte. Como era de esperarse de un artista de lo visual, se hace uso de una amplia gama de colorimetría entre ellos, el blanco y negro, los tonos tierra y los colores vivos como el azul connotado en el filme como el de la espiritualidad y, mi favorito, el rojo, para demostrar la ira y la lujuria. Llama mi atención poderosamente la exquisita precisión de los peinados, el vestuario y la ambientación en cuanto a términos de época, pero también en términos de significado. Estos elementos parecen cobrar vida y hablar por sí solos en cada una de las escenas.
Se determina entonces que Un hombre soltero se confluye como una pieza obsesiva y pueril que reposa sobre unos claros elementos estéticos, que se desarrolla en un día, con una trama muy líneal y pocos puntos de giro, con una dirección técnica y de actores que pudo haberse excedido hasta la locura de la perfección, pero que llega a un término medianamente bueno para la audiencia, en donde brilla sin límites la actuación de Colin Firth apoyada por Julianne Moore (quien nos asegura solo con su presencia que es posible la tristeza infinita al interior de la belleza exterior) y donde nunca podremos olvidar a aquella niña vestida de azul que se le aparece al personaje principal como un ángel que busca rescatarlo de su vida a punto de ser terminada.
1 comentarios:
Me fascinó esta película!!! No sabía que la novela había sido escrita hace tanto: si que debe haber dado que hablar jajaja. Que decir, todo me gustó de esta peli, el guión, el arte (maravilloso), las actuaciones, todo. Muy humana, realmente humana, me pareció esta película, porque eso me encantó ;D
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