OBSESIONES

Reseñas de cine con carácter crítico.




Hay momentos en que dudo de mi capacidad crítica.
Momentos como éste en el que me encuentro repitiendo uno o dos filmes.
Lo confieso.
Estoy enfermizamente obsesionada con ellos.


Por aquello de que mi subjetividad producto de mis falencias o virtudes de ser humana, interferirán o no, con mi discurso o con una simple visión mortal de alguien a quien le obsesionan las 24 imágenes por segundo que se me otorgan como el más exquisito de los manjares.

Estuve obsesionada con esta trilogía desde que observé los títulos que la componían en la librería. Y, aunque, no tuve la oportunidad de leerlos porque mi intriga y otras vicisitudes no me lo permitieron, hoy hacen parte de mi entrañable lista de libros por leer.

La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, ¿Qué carajos de título es éste para una novela de ficción? Y La reina en el palacio de las corrientes de aire.

Su carácter, (el del primer título), angustiante y temiblemente depresivo llamó extrañamente mi atención y el corazón me latía fuertemente, experimentando esas acuciosas “mariposas en el estómago”, como quien observa a la persona que le atrae. A mi me atraía fuertemente los títulos de una trilogía.

Soñar con un bidón de gasolina y una cerilla no es lo inmediatamente común en alguien. Así como soñar con una hacker andrógina bisexual que carece de cualquier inteligencia emocional posible, pero que ha sido dotada de una innegable inteligencia espacial, numérica, informativa y memoria fotográfica, tampoco sería lo común.

Lisbeth Salander no es un personaje común. De allí, a que llame tanto la atención. Aunque comprenderla grosso modo podría resultar frustrante para el espectador que raye en la normalidad, Salander es la representación perfecta de la importancia de la necesidad de una evolución natural en la infancia. Porque cualquier vacío que se tenga en esta etapa es inmodificable y quedará concentrado para toda la vida.

Se debe señalar que la perturbada conciencia y el corazón congelado de Salander son el eje central de esta trilogía que es complementada o “adornada” con situaciones de suspenso que la colocan en una prueba constante de la lucha por su supervivencia.

Aunque sería irresponsable hablar de una adaptación de estas tres entregas, por la ausencia de esta escritora de la lectura de la trilogía, (por lo cual me disculpo) podría aseverar que ambas poseen un guión que respeta su género, y, aunque la segunda parte no es sino una mera transición entre la primera y la tercera, es necesario su visionado. Asimismo, ésta última hace gala de un suspenso envidiable para cualquier director de corte de suspenso o thriller psicológico.

Hay que resaltar ampliamente el perfecto complejo actoral encabezado por los actores Noomi Rapace y Michael Nyqvist, éste último quien interpreta al editor general de la revista Millenium (con un decisivo carácter de periodismo investigativo punzante, que llega hacia las últimas consecuencias), refleja todo lo que un grande actor debe: el casamiento profundo con su personaje hasta cuando sea imposible distinguir a éste del actor quien lo interpreta. Además de revelar un profundo e hipnotizante compromiso con el avance del guión.

Si nos referimos al guión, se podrán observar algunas fallas estructurales de una ausencia de relación entre los personajes principales que le roba la fuerza que se nos revela en la primera entrega. Y que se recupera magistralmente en la última, además del manejo estupendo del suspense.

La dirección técnica se encuentra en una conjunción perfecta con el guión. Uso de los flashbacks son recurrentes para relatar la historia. Los planos utilizados enseñan una exquisita precisión.
Excelentes interpretaciones, brillante dirección, un guión basado en los cimientos de la gratificante labor periodística, insuperable puesta en escena, hacen de estos filmes, si no puedo aseverar que sean o no una buena adaptación cinematográfica, por lo menos puedo concluir que representan todo un anti-estandarte en el trato hacia el género femenino y la búsqueda incensante de la paz.

Hoy, me encuentro debatiendo profundamente entre la inteligencia emocional y la racional. Gracias Stieg Larsson, donde quieras que estés por demostrarnos, además, la corrupción existente en las altas esferas del poder y por darnos a entender que el bien siempre derrotará al mal, sobre todas las cosas.
Gracias.

Escena para no perderse: Todas donde esté presente el personaje de Lisbeth Salander. El juicio y los últimos planos.

Mi recomendación: No lleve a menores de edad a ver estos filmes. Escenas sexuales explícitas puede que les resulte ofensiva.

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