OBSESIONES

Reseñas de cine con carácter crítico.

3/30/2011

LOS OJOS DE JULIA

Publicado por Carolina Pardo Delgado |






Dos horas de taquicardia seguidas más una posterior al filme fue lo que conseguí tras este visionado.


Y aún así, no pude dejar de verlo.



Mi curiosidad venía reafirmada con tres nombres asociados: Guillermo del Toro, Belén Rueda y Luis Homar. No podría escaparme de ellos ni aunque quisiera. Incluso la más férrea de mis voluntades no me lo permitiría.



Y así fue como ingresé al horror de Guillem Morales, su director, el culpable de las tres horas que experimenté con el corazón palpitando en un ritmo infrecuente, quien no se cansa en demostrar,- a través de un filme que se toma mucho más allá del metraje necesario-, que es posible poder experimentar el horror sin arrojar sangre a por doquier.



Penetrantes escenas cargadas de erotismo en medio del horror hacen que esté terriblemente decepcionada de no seguir viendo a Luis Homar quien tiene una aparición significativa en calidad, aunque disminuida en tiempo. Homar, impregnado siempre de ese inconfundible halo erótico que destila en cada una de sus miradas y diálogos, es el único capaz de brindarnos los contados respiros que la historia requiere.


Y precisamente, dichos respiros al ser casi nulos en una historia en la que los conflictos de Julia van ligados en una cadena casi interminable de infortunados sucesos, generan una alta tensión que muy lejos de ser contemplativa –salvo en contadas escenas-, engendran una adicción cual mefistofélica droga.


Una de las mejores escenas de iluminación que no había percibido en mucho tiempo, captó mi atención en la que la luz proviene de una cámara fotográfica antigua y que va intermitente junto a la desesperación del personaje central. Una escena que tendrá una invaluable dualidad en tanto que podrá ser apreciada por los amantes del arte, y sufrida de manera simultánea por el espectador común.


Una brillante composición técnica, en la que planos inusuales, hacen un festín visual de la amplia gama de posibilidades en las que la cámara pude presentarse en beneficio y no en detrimento de la historia, en la que se ocultan ciertos planos u objetos, porque precisamente le tememos a lo que no se ve.


Y si la fe es la certeza de lo que no se ve, entonces, Julia padece de una fe ciega -literal y no- en que puede encontrar al supuesto “asesino” de su hermana. El personaje de Julia cuestiona al espectador en tanto si es necesario o no repetir la historia de su hermana ya que puede que persiga un similar destino con la misma enfermedad degenerativa del sentido de la vista, que la convierte en presa fácil tanto de la realidad como de una potencial esquizofrenia.

Como algo muy personal hay un guiño a "Psicosis" de Hitchcock que me pareció excesivo e infructuoso, hace que la plausibilidad del guión decaiga invariablemente al final, aunque el filme sea salvado posteriormente por la habilidad del suspense de Morales para retomarla.

Diálogos que fluctúan entre el erotismo, la poesía y el horror; memorables actuaciones tanto de Belén Rueda como de Luis Homar, y muy a pesar de alguna sobreactuación de un secundario y un metraje más largo de lo necesario; una cinematografía de tonos grisáceos y oscuros, una dirección técnica que pulula horror y adicción al por doquier se convergen para posicionar a este filme como una joyita para el séptimo arte.

Una inconfundible muestra de cuando el cine comercial y el artístico se entremezclan para seducir a cualquier espectador. Y un gendarme imprescindible para señalar que brotar excesivas cantidades de sangre no es lo único que puede generar una taquicardia.


Escena para no perderse: No se preocupe, que no querrá perderse una.


Mi recomendación: si usted es propenso a problemas del corazón absténgase de su visionado.







No sé si sentirme molesta o halagada. Este filme abre con una escena donde el protagonista, -que es un asesino a sueldo-, llega a Barranquilla, Colombia, ciudad donde vivo, a aniquilar a un supuesto jefe del cartel de droga, acto seguido corre a lanzarse de un puente, al cual increíblemente llega en cuestión de minutos, que presumo que es el Pumarejo.


Si esto no es risible en una historia, entonces, ¿qué lo es?


Precisamente en un taller de crítica al que asistí, se hablaba de los momentos no convencionales que no nos creemos cuando un filme presenta al lugar o situaciones relacionadas directamente con lugares que le son comunes a alguien.


Ese inicio presenta varios desequilibrios, entre el lugar que a leguas se nota no tiene nada que ver con la ciudad, hasta los guardaespaldas del supuesto Jefe del cartel que tienen presencia física de mexicanos. Incluso del hangar donde llega el avión privado del presunto narco, desconozco cuantos hangares habrá distintos a los del Aeropuerto Ernesto Cortissoz, pero dudo que sea tan fácil su aterrizaje.
Ahora, dejando a un lado estos hechos que se desvían de toda realidad que un productor podría haber averiguado, me limitaré a referirme a otros ítems.

Esta historia es un remake del año 1972 con Charles Bronson, en el que un “Mecánico” es un asesino a sueldo empleado por una organización delictiva en la que tiene “contratos” para aniquilar ciertos objetivos vía encargos personales.

No podría manifestar que tan inconexa o no sea la historia con su predecesora, lo que puedo aseverar es que tanto la presencia de Jason Statham en la pantalla grande como la de Ben Foster, no solo acaparará la atención de las mujeres. Statham, es poseedor de una alexitimia visual –le doy crédito a mi hermana porque es fanática de este actor y me guio a éste término-, que le hace merecedor a estar bien posicionado en el género de acción.



Ahora, hay una línea principal en la relación de maestro-aprendiz entre los personajes interpretados por Statham y Foster, que es la que termina sosteniendo el filme sin que se decaiga su fuerza narrativa, y que algunos críticos han tildado de “homo-erótica”, para mi es diferente a eso, es una relación que logra sostenerse entre la admiración Vs complejo de culpa, manteniendo una relación de equilibrio entre el autocontrol restringido (Statham) y la impulsividad e instinto asesino (Foster).

Una historia que si bien no le aporta nada nuevo al género, ni presenta escenas de acción muy impresionantes, pero que lleva consigo ciertos puntos de giro muy efectistas que cumplirán a cabalidad el propósito final del filme: un thriller palomitero que sobresale del resto debido a la apabullante presencia física tanto de Statham como de Foster y que se beneficia igualmente, de la sabiduría actoral de Donald Sutherland.

Escena para no perderse: Todas.

Mi recomendación: No se pierda este filme si es amante de la acción.

3/17/2011

OF GODS AND MEN

Publicado por Carolina Pardo Delgado |








“Ustedes son dioses; son todos hijos del Altísimo. Pero morirán como simples mortales y caerán como cualquier otro gobernante”.
Salmo 82




Cada vez que veo un filme francés me quedo con una dual sensación: de felicidad y tristeza. Felicidad, porque este es el cine que más disfruto, y tristeza porque hace muchos años me prometí estudiar el idioma para poder verlo sin subtítulos, y todavía me lo debo.


Y precisamente hoy, esta sensación se me ha triplicado.

No hay mayor lucha interna que una decisión, más aún si esta elección viene motivada por el dilema moral representado acuciosamente entre la presión de la fe y un grupo islámico terrorista que impide que ocho monjes franceses sigan manteniendo una convivencia pacífica en un monasterio al ser secuestrados.

A pesar de la longitud extrema que este filme pudiera parecer ante sus espectadores, Xavier Beauvois, -su director-, parece que no tuviera prisa alguna en adelantarse a los hechos, busca incesantemente en narrar cada una de las acciones con la mayor paciencia del mundo, que se dividen entre los múltiples quehaceres de los monjes en el monasterio y los problemas que se les presentan en el exterior.

La cinematografía austera tanto del monasterio argeliano, como de lo que lo rodea, combina con el equilibrio de octeto de actores que si bien ostentan disímiles tipos de personalidad, no se dejan entrever tanto como la de los principales, Christian – el merovingio de Matrix,- y Luc.

Una restricción emocional colectiva de gran pureza logró captar mi mayor atención, en tanto que los ocho hombres respiran una superlativa religiosidad por donde se les mire. Casi que dan ganas de ir a confesarse con cualquiera de ellos.

Y es en Christian donde la historia refleja su mayor eco, quien se confirma como la mayor acepción de la fe. Ha sido el elegido para representar a sus colegas y realiza todo lo que un excelente líder debe: no despotrica ante la posición que se le ha brindado de manera unánime, protegiendo –inclusive con su propia vida- a sus “subalternos”, les deja decidir sobre su futuro, de manera simultánea los acompaña libremente en sus decisiones.

Mi mayor júbilo lo obtuve en la cena donde la pieza musical de “El lago de los cisnes” de Tchaikovsky hace su presencia, casi, casi que pensé que Natalie Portman iba a saltar encima de la mesa para alegrarles un poco la existencia ante un performance, a pesar de que estas ilusiones se me extraviaron, afirmo que esta escena sino hará soltar una cuantas lágrimas, por lo menos desarrollará un grave nudo en la garganta.

Muy a pesar de las limitadas locaciones, entre cánticos y posibles resquebrajamientos de la fe, este filme señala cuestionamientos de moral al tratar de equilibrar dos grupos que manejan fuerzas distintas, unos guiados a través de las armas y otros, con el poder de la oración.

Escena para no perderse: La cena con “El lago de los cisnes” de Tchaikovsky.

Mi recomendación: El tempo lento del filme puede que invite a un ulterior desánimo, tenga paciencia y espere su clímax. Será recompensado.

3/12/2011

LOS COLORES DE LA MONTAÑA

Publicado por Carolina Pardo Delgado |





Puede que a Colombia le sea tan inherente la violencia, que muchos de sus ciudadanos elijamos por momentos desconectarnos de la realidad que se ve a través de los medios. Decidamos no leer, no ver noticieros, ni enterarnos a través de la web. Algunos porque nos duele en extremo el país y otros, porque simplemente hemos perdido la fe en él.



Y puede, que sea necesario que un filme nos toque la puerta, nos interrogue acerca del futuro que le estamos dejando a nuestros hijos, nietos, sobrinos y demás, y nos coloque el dedo en la llaga que infructuosamente pretendemos tapar con paños de agua tibia.



Tres niños, “Poca luz”, Manuel y Julián han extraviado un balón en la mitad de un campo minado, dicho objeto representa la única felicidad en medio de la zozobra que recogen de la cotidianeidad de los adultos, además de representar un hilo conductor a través de la historia que busca alejarlos de ahí: Manuel escucha un partido de fútbol en la radio tratando de evitar en un momento la realidad que le rodea.


Carlos César Arbeláez, su director, logra apartarse de la violencia misma para ofrecer una mirada que si bien no representa el conflicto armado de frente, nos introduce en este lado oblicuo de desplazamiento, paramilitarismo y fuerzas militares.


Una ópera prima y cine de autor se conjugan para subrayar una denuncia que no requiere de violencia explícita, ni de magnos efectos especiales y que claramente no vacila en implantarnos en el cerebro la idea que es preciso proteger las futuras generaciones del declive moral y resquebrajamiento de las leyes humanitarias internacionales en mitad de un conflicto armado.



Actores naturales enfocados a través de planos, en su mayoría abiertos, encuadres que buscan avistar el horror que experimentan los adultos día que pasa, que no requieren de manipulación por el excelente desempeño de los mismos, estos tres niños,-que parecen apropiados de un comercial de Benetton-, se introducirán en la piel hasta del ser más desviado en sensiblería, hurgarán hasta el más ínfimo corredor y allí se instalarán a sabiendas de que algún día se podrá transitar libremente a través del territorio colombiano.

Un pool de actuaciones equilibradas confirman la presencia de una excelsa dirección de actores a través de la lente de Arbelaez, sumado a una fotografía que resalta de manera exquisita la riqueza natural del país junto a un guión simplista en cuanto a que no se arriesga a ir más allá de lo necesario pero que finalmente cumple a cabalidad el objetivo de su director: mostrar un lado del conflicto a través de la inocencia infantil.

Escena para no perderse: Todas.

Mi recomendación: Apuéstele al cine colombiano esta vez y no se arrepentirá.

3/07/2011

RANGO

Publicado por Carolina Pardo Delgado |





Los filmes animados dejaron de ser cosa de niños desde que los laboratorios Pixar introdujeron nuevas formas de narrativa con la que los adultos se sintieron igualmente atraídos.

Precisamente, uno de los elementos que más logró captar mi atención es que este filme, que si bien posee ciertos clichés que pueden funcionar en una historia de aventuras para infantes, también ostenta ciertos diálogos que no serán fácilmente captados por éstos mismos.

Industria Light & Magic es la compañía responsable de la creación del camaleón que debido a sus claras dotes actorales logra abrirse camino en un ambiente tan hostil como el lejano oeste. Gore Verbinski, su director, deja de navegar en las aguas de “Los Piratas del Caribe”, para trasladarse hacia un género que no se distrae en posicionar moralejas. Esta vez el personaje principal, un camaleón asustadizo, con altos valores morales, lucha por buscar su identidad y su puesto en la tierra, al verse enfrentado por un sinnúmero de obstáculos.

Un pool de personajes atípicos señalan las distintas facetas que se pueden explorar en el ser humano, la lechuza, por ejemplo, por ser un ave rapaz, le corresponde integrar un cuarteto de mariachis depresivas e irónicas en forma de narrador omnisciente quienes auguran invariablemente un temible destino para el camaleón.



Aún así, por momentos, creo que se insulta al público, -ni que decir de los niños que son más hábiles para captar este tipo de situaciones- en dichas narraciones de las lechuzas se enfocan en describir lo que se está viendo. Si una imagen te narra algo, ¿para qué aseverarlo nuevamente en el diálogo?

Lamentablemente en su versión en español no tendremos la oportunidad de escuchar la voz de Johhny Depp, igualmente el doblaje al español para animados es el único que celebro, debido a su primario público objetivo.

Arquetipos básicos del western como el indio, el alcalde, dos seres enfrentados a duelo, lenguaje corporal singularmente rudo, se traducen en todo un festín visual para los espectadores afines al género, más aún, un pseudo cameo de “El hombre sin nombre”, Clint Eastwood, quien le otorga un potente sentido de referencia al filme en medio de la fauna desértica, sumado a esto, un agudo llamado a la ecología, sobre el ahorro del agua, precisamente en una villa donde el abastecimiento del precioso líquido es tan escaso como las esperanzas de sus habitantes rodeados de un ambiente precario por donde se le mire.

Rango se introducirá en la piel del público general, sea amante del género animado o no, en la que un camaleón nos brindará la posibilidad de cambiar internamente tantas veces como sea posible. Una gran energía, ironía y elevadas dosis de humor prometen que este filme se verá en el apartado animado de los próximos óscares.


Escena para no perderse: Absolutamente todas

Mi recomendación: Diríjase a la sala con una inmensa cantidad de líquido para beber durante la función, es posible que debido a la temática y realismo desee beber compulsivamente.

3/03/2011

CARLOS "EL CHACAL"

Publicado por Carolina Pardo Delgado |



Antes de ingresar al Teatro Adolfo Mejía, sabía de la biografía de “El Chacal” lo mismo que se de la vecina de enfrente de mi casa con la que nunca cruzo palabra.

Por momentos, aparecer virgen antes un discurso fílmico puede jugar en contra y otras veces, te ofrece la posibilidad de conocer alguien por capas, e irte apropiando poco a poco de cada uno de sus gestos y emociones tanto honestas como las brutalmente fingidas.

Uno de los elementos a los que más le temía era poder encontrar en el filme a un actor maduro que pudiese colocar sobre sus hombros el peso de tres horas, ya bastante había tenido con una proyección del día anterior en la que el actor principal luchaba entre su egocentrismo de lucir bien ante la cámara y poder recitar sus líneas de forma convincente.

Si bien por momentos Edgar Ramirez (Carlos) logró obtener este nivel que distingue a los grandes actores de los simples ejecutantes, en algunos otros se perdía con el fin de buscar la sonoridad de sus líneas en perfecto francés. Yo no diría que habla, sino que seduce en cinco idiomas y se torna en un perfecto títere de Olivier Assayas, su director, un francés que denota una fragilidad corpórea que traiciona la imagen que uno podría tener del que manejó los hilos de estos personajes que se salían a toda hora de sus cabales para luchar por sus ideales.

De una duración original de cinco horas -por ser construida inicialmente como una miniserie-, este largometraje ha sido reducido a una versión de 159 minutos que solo se sienten a partir de las dos horas. Dueño de un ritmo vertiginoso en el que no son necesarios efectos especiales de gran envergadura, este filme, abre un necesario espacio de discusión al “humanizar” a un hombre que es considerado como un despiadado terrorista internacional para darle cabida a Carlos, el padre de familia, el narcisista, y lo vemos sufrir, reir y llorar durante una amplia extensión de tiempo, que se nos olvidan sus crímenes y terminamos aplaudiendo su tierno e irónico sentido del humor.

Un desnudo frontal extenso en tiempo del personaje central llamará prontamente la atención de las féminas, mientras que con un recurso que podría ser tomado con morbo por los más moralistas otorga una mayor calidez y compenetración visual con el personaje. De ahí amamos a Carlos tanto que nos duele su crudo final.

Un pool de actuaciones equilibradas, un guión que si bien ha presentado polémicas debido a su inexactitud histórica pero que en su estructura narrativa funciona, este thriller geopolítico que concibo un poco más, un poco menos como un gran alter ego de Assayas, me deja con un exquisito sabor en la boca, sedienta de ver las cinco horas completas.

Más allá de toda concepción técnica, que es igualmente brillante, “Carlos” nos otorga un discurso fílmico lineal que por momentos puede que nos ahogue por la casi ilimitada cantidad de información de la biopic, podrá perder algunos espectadores poco avezados en captar datos de reconstrucciones históricas.

Apuntarse a desmenuzar esta historia basada en hechos reales y, al mismo tiempo deconstruir y reconstruir la imagen que se tiene de un “asesino” se convierte en el mayor logro de Assayas, aquel hombre menudo de voz nerviosa que nos engaña en imagen, responsable de que terminemos amando un hombre cuyos objetos del deseo se dividen entre el sexo, la nicotina y el terrorismo.



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